Entraralmar /Dani Lorenzo en Residencia Corazón/ Sábado 7 de Diciembre- 19.30hrs.

“Creo que hoy me desperté con una idea
que puedo mantener durante más tiempo,
(veremos si en dos días no vuelvo todo atrás de vuelta)”
“Me gusta más el ésto es esto”

Dani Lorenzo. Conversación por Facebook.


Los recuerdos que tengo del mar son muchos y se mezclan con los paisajes que imagino o vi en películas. De todas maneras, en todas esas imágenes, hay algo que percibo casi igual: el cambio de temperatura del cuerpo al mojar por primera vez los pies en el agua y el punto de vista de la orilla hacia adentro del mar. Ninguna desde adentro del agua a la costa. Esto fue lo primero que pensé cuando supe el título de la
muestra: entraralmar.
Me sorprendió la insistencia con la cual, aún sabiendo, confundía entraralmar con entramar. Fue inevitable no buscar motivos y me acordé de unas fotos de nudos de sal que compartí con Dani hace un tiempo. Eran nudos marinos escultóricos que se exponían en una galería de Capital Federal. También me hacían acordar a las minas de Wanda, pero eso no viene al caso.
Hoy sigo pensando que esa delicada y silenciosa conexión fue quién disparó la posibilidad de compartir el proceso de este trabajo y las largas charlas e intercambios que tuvimos.
La primera vez que nos encontramos con Dani para hablar de su futura muestra fue por Septiembre en un bar del centro de La Plata con el sol entrando de costado, serían las cuatro de la tarde o por ahí. Me acuerdo muy bien que hablamos largo y tendido del estado de enamoramiento y la curaduría, de los rastis y la sal, del dibujo, de las libretas de hojas lisas y del límite entre lo autobiográfico y la memoria colectiva. Tengo la imagen muy nítida de salir del bar, empezar a caminar sin saber adónde íbamos pero con la seguridad de que eso no era lo importante.
Algo transformaba la incertidumbre en certeza, una especie de seguridad del cuerpo.
Esa misma noche le escribí un mail por miedo a que algo se fugase.
Ocho mil rastis azules y muchas bolsas de sal marina se presentaban, en los primeros diálogos con Dani, como dos materiales a simple vista poco familiares entre sí, como dos universos en potencia que podrían confluir a fuerza de algo que se desconoce.
Por momentos aquellos ladrillitos y la sal se transformaban en una pregunta retórica acerca de la imposibilidad de poetizar o en la sensación que la poesía puede tener desvíos y que en ellos hay cosas que se escapan.
Una vez más algo transformaba la incertidumbre en certeza modificando las primeras imágenes y recuerdos del mar en un lugar desterritorializado y en movimiento.
El último encuentro que tuvimos con Dani fue unos días antes de que yo tuviera que viajar al mar. Nos vimos en casa una mañana de Noviembre. Para ese entonces la incertidumbre cierta ya había cobrado forma y espacio, y las palabras empezarían a viajar entre el silencio, la entrega y lo compartido. Casi al final de la charla hablamos del género diario íntimo y su reivindicación ante el poco crédito literario que tiene.
Sonreímos con empatía.
Creo que así como aquella primera conexión silenciosa de los nudos de sal apareció navegando (ahora mismo me estoy enterando que eran piedras); hoy, en este otro desayuno viajero, aparece ante mí un arquitecto con quien tomo un café y comparto mis inquietudes acerca de los dos materiales en apariencia poco familiares, de la escritura, la poesía y de la iglesia de sal que aparece en el folleto turístico.
Miro el reloj, debo mandar este texto por mail, los finales siempre me resultan difíciles, pienso. En ese mismo momento escucho: “Tanto un material como el otro tienen un factor común en su modulación, si bien uno es orgánico y el otro rígido, ambos están compuestos por la misma geometría. Al romperse, por ejemplo, un material como el ladrillo se acomoda de tal manera que sigue manteniendo su fuerza y la sal, cada grano o cristal de sal se acomoda con el otro para poder armar una forma”.
A veces las incertidumbres parecen ser tan sólo un lugar que aún no se ha visto. Como el punto de vista desde adentro del mar.
Texto de Guillermina Mongan