Había una vez tres arroyos que fluían
libremente hacia el estuario del Plata: Pérez, Regimiento y El Gato. Los
arroyos jugaban bajo la atenta mirada de los árboles de Ceibo, sus flores rojas
a menudo encontraban su camino hacia las aguas. Un día la gente, bajo el
hechizo del poder industrial y el pensamiento racionalista construyó una
hermosa ciudad inspirada en la geometría. Regimiento y Pérez fueron forzados a
la clandestinidad, atrapados en tuberías de hormigón y metal. Los árboles de
Ceibo y la vegetación local se eliminaron porque no se adaptaban a la visión de
la ciudad planificada. Con el tiempo, las orillas de El Gato se colmaron de
desarrollo, sus aguas se ensuciaron con basura y excrementos porque la gente en
todo el mundo olvidó cómo honrar el agua. El tiempo pasó hasta que un día la
ciudad perfecta se rompió bajo innumerables gotas de lluvia. Esto asustó a la
gente, porque durante 300 años la humanidad creyó que habían domesticado la
naturaleza. Para asegurarse de que volvían a tener el control, El Gato fue
encerrado en hormigón.
Pero el Ceibo sabe que los humanos no
tienen ese control, el clima está cambiando. Si esperamos seguir teniendo
ciudades hermosas, debemos recordar que no somos dueños de la tierra, sino que,
como El Gato y El Ceibo, somos sus hijos.
Al trazar el camino del Arroyo
Gato, imaginé la incorporación de los hábitats nativos de La Plata como parte
de su marco planificado. Modelé mi visión de Toronto, que, después de su propia
inundación en 1954 durante el huracán Hazel, revirtió el desarrollo en sus
barrancas y se ha dedicado activamente a rejuvenecer sus espacios verdes como
hábitats nativos productivos. Estos hábitats brindan a sus ciudadanos un
espacio muy necesario para el disfrute local, protección contra inundaciones
naturales, disipación térmica, filtración de aire, el alivio psicológico, la
curación, y muchos otros beneficios. La obra exhibida analiza cómo la relación
entre la naturaleza y la humanidad se manifiesta en el paisaje, para alentar la
reflexión personal sobre qué tipo de mundo elegimos modelar y vivir.
There once were
three streams that flowed freely into the mouth of La Plata: Arroyo Perez, Regimiento
and El Gato. The streams played under the watchful eye of the Ceibo trees,
their red flowers often finding their way into the waters. One day, people
under the spell of industrial might and rationalist thinking built a beautiful
city inspired by geometry. Regimiento and Perez were forced underground,
trapped into pipes of concrete and metal. Ceibo trees and local vegetation were
removed because they did not suit the vision of the planned city. With time, El
Gato’s banks were crowded by development, its waters soiled with garbage and
excrement because people all over the world forgot how to honour water. Time
passed until one day the perfect city broke under countless tiny raindrops.
This scared the people, because for 300 years humanity believed that they had
tamed nature. To assure themselves that they were once again in control,
El Gato was encased in concrete.
But Ceibo knows
that humans have no such control, the climate is changing. If we hope to
continue having beautiful cities, we need to remember that we are not masters
of the earth, but like El Gato y El Ceibo, we are its children.
In
retracing the path of the Arroyo Gato, I imagined La Plata’s incorporation of
native habitats as part of its planned frame work. I modeled my vision on
Toronto which, after its own flooding event in 1954 during hurricane Hazel,
reversed development in the ravines and has been actively engaged in
rejuvenating its green spaces as productive native habitats. These habitats
provide its citizens with a much needed space for local enjoyment, natural
flood protection, thermal heat sink, air filtration, psychological relief and
healing, and many other benefits. The work in the show looks at how the
relationship between nature and humanity manifests itself in landscape so as to
encourage personal reflection on what kind of world we chose to create and live
in.
Andrzej
llegó a La Plata intrigado, entre
otras cosas, por ser “la Ciudad de los Tilos”, pero parece que algún Ceibo le
advirtió que su especie vivió aquí por miles de años antes de que la ciudad
existiera. Luego de una conversación preliminar en la que se enteró de la
trágica inundación del año 2013, su profundo interés en la relación
humano/entorno lo lanzó a una exploración detallada del territorio,
descubriendo a cada paso el devenir de la prevalencia del desarrollo urbano por
sobre los atributos naturales de la zona, sus cursos de agua, la vegetación
local.
¿Que es un artista sino un explorador que,
como si poseyera un radar, intenta captar lo esencial en lo que ocurre
alrededor durante su travesía, convirtiéndola en una propuesta crítico/poética?
Mediante sus elaboradas pinturas, su texto al
modo de un cuento infantil, sus fotografías y sus minuciosas recolecciones, el
decidió pasearnos entre lo regional y lo
microscópico, lo cotidiano y lo trascendental. El interrogante que plantea
Andrzej es simple, y a la vez crucial: ¿Cómo queremos vivir?
A través de su trabajo, el pasado y el
presente informan el futuro. Un futuro que advertimos complicado, mientras
algún Ceibo, junto a Andrzej, nos
susurra que podría no serlo tanto.
Rafa Santos/ Curador-Curator