Andrew Soto/ ¿Mis palabras Crecen Conmigo?/ abril 2024

  






¿Mis palabras Crecen Conmigo?

Cuando se me pregunta sobre mi proceso poético, a menudo explico que invito a la poesía a mi vida sin importar dónde esté, ya sea caminando por una calle o acostado despierto en medio de la noche. Esta práctica se deriva en parte de un consejo que encontré online hace años: "Las buenas ideas son como mariposas; se deben capturar antes que vuelen". Durante los últimos cuatro años, inadvertidamente me convertí en coleccionista de mariposas, acumulando un archivo personal de poemas en mi teléfono. Este archivo es una variedad de fragmentos creativos: títulos, finales potenciales, entradas de diario en verso libre y listas de gratitud. Aunque no todos se consideraban "dignos de ser un poema" en ese momento, mantuve estas palabras cerca por la práctica de la poesía misma. Al adentrarme en mi archivo, sentí una gracia, a menudo borrosa por la urgencia, para abrir mi corazón. El dicho de Paul Valéry de que "un poema nunca se termina, solo se abandona", demuestra ser cierto, ya que confrontar esta prisa espiritual me llevó al consuelo en la revisión de mi poesía abandonada. Compuesto en Sinaloa, Madrid y Los Ángeles, con Chicago y La Plata como espacios centrales de organización, este collage poético evolucionó a través de varias formas—listas, poesía en prosa, oraciones y textos performativos de verso libre— en una serie de nueve cantos. Este proyecto trasciende el texto escrito amplificado por colaboraciones con los artistas Lucrecia Giménez y Jeremías Adriel Martínez. Trabajar con Lucrecia para crear una manifestación en video de la poesía vocal me permitió realizar mis poemas al aire y escuchar, ver y sentir la poesía de mi pasado haciendo un regreso tranquilo. Además, la colaboración con Jeremías produjo un ambiente sonoro que exploró la musicalidad de la poesía. Este proyecto encarna mi creencia de que las experiencias, el cuestionamiento, el sufrimiento, la bienaventuranza, el aprendizaje, y el desaprendizaje que conduce a una idea, verso o poema se entrelaza con el proceso de escritura y el arte de la poesía en sí. Estos poemas se han convertido en meditaciones que encarnan abstractamente la forma ars poética—poemas sobre el arte de la poesía. Las obras de Frank O’Hara sobre la apertura de la mejor parte de su corazón (su poesía), la exploración de Toni Morrison sobre la memoria emocional en la escritura, y las contemplaciones de César Vallejo sobre la condición humana influyeron en mi enfoque creativo. Finalmente, reconectando con la poesía y el corazón perforado de Santa Teresa de Ávila tuvo un profundo impacto en mí. Enfatizando la búsqueda de la santidad y el poder de la poesía, su historia me inspiró en mi fe y como poeta practicando un arte que me trae sanación, paz y alegría independientemente de la recepción y por el bien de la poesía misma. Esta exposición representa una convergencia de mis viajes espirituales, emocionales y poéticos, un testimonio del poder transformador de la poesía como expresión y refugio.

ENG

When asked about my poetic process, I often explain that I invite poetry into my life regardless of where I am—whether walking down a street or lying awake in the middle of the night. This practice stems partly from a piece of writing advice I came across online years ago: "Good ideas are like butterflies; catch them before they fly." Over the past four years, I inadvertently became a collector of butterflies, accumulating a personal archive of poems on my phone. This archive is an assortment of creative fragments—poem titles, potential endings, diary entries, and gratitude lists. Although not all deemed 'poem-worthy' at the time, I kept these words close for the sake of poetry itself. Delving into my archive, I felt grace, often blurred by urgency, to open my heart. Paul Valéry’s quote that "a poem is never finished, only abandoned," proves true as confronting this spiritual hurry led to solace in revisiting my abandoned poetry. Composed in Sinaloa, Madrid, and Los Angeles, with Chicago and La Plata as central organizing spaces, this poetic collage evolved through various forms—lists, prose poetry, prayers, and free verse performance texts—into a series of nine cantos.This project transcends written text amplified by collaborations with artists Lucrecia Gimenez and Jeremias Adriel Martinez. Working with Lucrecia to create a video manifestation of the spoken word allowed me to perform my poetry into the air and hear, see, and feel the poetry of my past selves making a quiet, peaceful return. Additionally, collaborating with Jeremias produced a sonic ambiance that explored the musicality of the poetry. This project embodies my belief that experiences, questioning, suffering, bliss, learning, and unlearning that lead to an idea, verse, or poem are intertwined with the process of writing and the art of poetry itself. These poems have become meditations abstractly embodying the ars poetica form—poems about the art of poetry. Frank O’Hara’s works about the openness of the best part of his heart [his poetry], Toni Morrison's exploration of emotional memory in writing, and César Vallejo's contemplations on the human condition influenced my creative approach. Finally, reconnecting with the poetry and punctured heart of St. Teresa of Avila had a profound impact on me. Emphasizing the pursuit of holiness and the power of poetry, her story inspired me in my faith and as a poet embracing the art of a craft that brings me healing, peace, and joy regardless of the reception and for the sake of poetry itself. This exhibition represents a convergence of my spiritual, emotional, and poetic journeys—a testament to the transformative power of embracing poetry as both expression and refuge.

Andrew Soto/ Artista en Residencia


LA ESCRITURA COMO UN GESTO DE CONTEMPLACIÓN, LA PERFORMANCE COMO UN RITUAL DE REINVENCIÓN.

Duele el amor cuando se aleja dejando un hueco lleno de nostalgia feliz. Duele el corazón perforado por letras sueltas hasta que se las hila y se tejen en poesía. Duelen los versos a la sombra de una mesa y en las pupilas que caminan sus formas sobre la pantalla. De manera paulatina va sanando ese dolor al hacerse cuerpo la palabra por medio de la voz. Y así, con su sonoridad mántrica y cierta cadencia pausada, es capaz de dejar solapado el significado mismo de las palabras, que residen entre dos lenguas y culturas, en una mixtura sensible. En este gesto de performar la poesía, de soltarla al espacio, vestirla; llenarla de flores y aromas de ofrenda, Andrew Soto se recuerda a sí mismo escribiéndola, la trasmuta en una experiencia compartida, la hace visible y tangible, como si de manera catártica el eco reiterado de cada decir le hiciera volver a sentir una y otra vez, todo aquello que le dio vida – y muerte. ¿Para qué sirve la poesía? Se cuestiona incesante. Para hacer más, para respirar, para dejarse vivir cíclicamente y reinventarse con cada poema hasta abandonarlo dando espacio a uno nuevo. Tantas vidas en esta vida y elegirse morir para renacer a la luz de la poética, contemplándose a sí mismo en un presente que se ralentiza al tomar conciencia de cada emoción que acontece, en el preciso momento que sucede. El arte de la poética misma, como la más bella exploración interna del mal llamado tiempo improductivo, de un ocio que hace que, ver las nubes caminando por un cielo turquesa, una tras otra hasta desaparecer, sea el ritual más sagrado y trascendente de los días que se escriben desde la cama. Y ser esa cama que cobija el llanto de cada duelo, ser madre, hermana, ser toda la familia. Ser la voz de la propia historia y el eco de otras melancolías. Ser palabra como un simple soplo de vida, crecer con ellas al dibujarlas sobre el papel y con cada letra que resuena en la garganta.

Lucrecia Gimenez/ Curadora


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